Primera jornada mundial de los pobres
Todavía
permanece en nuestra memoria la experiencia eclesial del Jubileo
Extraordinario de la Misericordia, convocado por el papa Francisco y
clausurado durante la Solemnidad de Cristo Rey del año pasado. En dicha
clausura el mismo Papa anunció la celebración anual de una Jornada
Mundial de los Pobres coincidente con el domingo XXXIII del Tiempo
Ordinario. Este año queda fijada para el día 19 de noviembre. A todos
nosotros dicha celebración nos compromete.
Esta convocatoria es un gesto, uno más, del actual
pontífice el cual nos sorprende y no deja de admirarnos. La
preocupación por los pobres de la tierra, su insistencia en recordar la
solicitud que deben tener todos los seguidores de Jesús, la cercanía que
muestra por ellos en sus audiencias y
viajes… llega a golpear nuestra
conciencia para que no quede adormecida por la tranquilidad de la
sociedad del bienestar en la que estamos inmersos.
El pasado 13 de junio el Papa escribió
un mensaje a toda la Iglesia con el fin de recordar este
acontecimiento. Lo tituló No amemos de palabra sino con obras,
recogiendo la frase del apóstol san Juan en una de sus cartas (1Jn
3,18). Es un texto corto, de tres folios, en el que explica los motivos y
la finalidad que pretende con esta jornada. Acaba dirigiéndose a todos,
para decirnos: “Pido a los hermanos obispos, a los sacerdotes, a los
diáconos —que tienen por vocación la misión de ayudar a los pobres—, a
las personas consagradas, a las asociaciones, a los movimientos y al
amplio mundo del voluntariado que se comprometan para que con esta
Jornada Mundial de los Pobres se establezca una tradición que sea una
contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo”.
Los primeros párrafos del mensaje
expresan el fundamento bíblico de esta actitud hacia los pobres. Cita el
salmo 34, recuerda la elección de los diáconos, en los Hechos de los
Apóstoles, con la clara indicación de san Pedro de que tenían que servir
a los pobres, recuerda el famoso texto de san Juan: “Supongamos que un
hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento… y no le dais
el pan necesario, ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene
obras…”. No se olvida de mencionar, más adelante, a tantos santos de
nuestra historia que han hecho lo propio durante sus vidas,
especialmente resalta a san Francisco de Asís, eximio ejemplo de pobre y
con una impresionante actitud hacia los pobres.
En el somero análisis sobre la
situación de los pobres, empieza por reconocer que ha habido ocasiones
en que los cristianos no hemos escuchado el llamamiento o clamor de los
más necesitados, dejándonos contaminar por la mentalidad mundana del
egoísmo, la acumulación de bienes o la misma corrupción. En este
contexto, escribe unas palabras que provocan una sincera reflexión: “Hoy
en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza
descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con
frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la
dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes
sectores de la sociedad entera”.
Pone esta quistión en relación con la
Eucaristía, centro y fundamento de la donación, y describe el
seguimiento del cristiano tras Jesús pobre para definir la pobreza como
vocación, como actitud y como creadora de las condiciones para ser
auténticamente libres. Acaba aludiendo a la oración del Padre Nuestro
como compendio de caridad y solidaridad.
Para conectar esta Jornada con nuestra
realidad diocesana os invito a que no falten las oraciones y las obras
de caridad hacia los pobres en todas las comunidades. Que no nos
cansemos nunca de ejercer la caridad de Cristo. Que fomentemos obras que
beneficien a los pobres de nuestro entorno más cercano.